Comentario
Cómo Pedro de Alvarado fue a Tutepeque a poblar una villa, y lo que en la pacificación de aquella provincia y poblar la villa le acaeció
Es menester que volvamos algo atrás para dar relación desta ida que fue Pedro de Alvarado a poblar a Tutepeque; y es así: que como se ganó la ciudad de México, y se supo en todas las comarcas y provincias que una ciudad tan fuerte estaba por el suelo, enviaban a dar el parabien de la victoria a Cortés, y a ofrecerse por vasallos de su majestad; y entre muchos grandes pueblos que en aquel tiempo vinieron, fue uno que se dice Teguantepeque, zapotecas, y trajeron un presente de oro a Cortés, y dijéronle que estaban otros pueblos algo apartados que se decían Tutepeque, muy enemigos suyos, e que les venían a dar guerra porque habían enviado los de Teguantepeque a dar la obediencia a su majestad, y que estaban en la costa del sur, y que era gente muy rica, así de oro que tenían en joyas, como de minas; y le demandaron Cortés con mucha importunación les diesen hombres de caballo y escopeteros y ballesteros para ir contra sus enemigos; e Cortés les habló muy amorosamente, y les dijo que quería enviar con ellos al Tonatio, que así le llamaban al Pedro Alvarado; y luego le dio sobre ciento y ochenta soldados y entre ellos treinta e cinco de a caballo y le mandó que en la provincia de Guaxaca, donde estaba un Francisco de Orozco por capitán, pues estaba de paz aquella provincia, que le demandase otros veinte soldados, y los más dellos ballesteros; y así como le fue mandado, ordenó su partida, y salió de México en el año de 22; e mandóle Cortés que luego fuese e viese ciertos peñoles que decían que estaban alzados, y entonces todo lo halló de paz y de buena voluntad, y tardó más de cuarenta días en llegar a Tutepeque; y el señor de él y todos los principales, desque supieron que estaban ya cerca de su pueblo, le salieron a recibir de paz, y les llevaron a aposentar en lo más poblado del pueblo, adonde el cacique tenía sus adoratorios y sus grandes aposentos, y estaban las casas muy juntas unas de otras y son de paja; porque en aquella provincia no tenían azoteas, porque es tierra muy caliente; aconsejóse el Alvarado, con sus capitanes y soldados, que no era bien aposentarse en aquellas casas tan juntas unas de otras, porque si ponían fuego no se podrían valer; y parecióle bien el consejo a Alvarado, y fue acordado que se fuesen en cabo del pueblo: y como fue aposentado, el cacique le llevó muy grandes presentes de oro y bien de comer, y cada día que allí estuvieron le llevó presentes muy ricos de oro; y como el Alvarado vio que tanto oro tenían, le mandó hacer unas estriberas de oro fino, de la manera de otras que le dio para que por ellas las hiciese, y se las trajeron hechas; y dende a pocos días echó preso al cacique porque le dijeron los de Teguantepeque al Pedro de Alvarado que le querían dar guerra toda aquella provincia, e que cuando le aposentaron entre aquellas casas donde estaban los ídolos y aposentos, que era por les quemar e que allí muriesen todos; y a esta causa le echó preso. Otros españoles de fe y de creer dijeron que por sacarle mucho oro, e sin justicia murió en las prisiones; ahora sea lo uno o lo otro, aquel cacique dio a Pedro de Alvarado más de treinta mil pesos, y murió de enojo y de la prisión; e quedó a un su hijo el cacicazgo, y le sacó Alvarado mucho más oro que al padre; y luego envió a visitar los pueblos de la comarca, y los repartió entre los vecinos, y pobló una villa que se puso por nombre Segura, porque los más vecinos que allí poblaron habían sido de antes vecinos de Segura de la Frontera, que era Tepeaca. Y como esto tuvo hecho, y tenía ya allegada buena suma de pesos de oro, y se lo llevaba a México para dar a Cortés; y también dijeron que Cortés le escribió que todo el oro que pudiese haber, que lo trajese consigo para enviar a su majestad, por causa que habían robado los franceses lo que habían enviado con Alonso de Ávila e Quiñones, e que no diese parte ninguna dello a ningún soldado de los que tenía en su compañía; e ya que el Alvarado quería partir para México tenían hecha ciertos soldados una conjuración, y los más dellos ballesteros y escopeteros, de matar otro día a Pedro de Alvarado y a sus hermanos porque les llevaban el oro sin dar partes, y aunque se las pedían muchas veces, no se lo quiso dar, y porque no les daba buenos repartimientos de indios; y esta conjuración, si no se lo descubriera un soldado que se decía Trebejo, que era en la misma trama, aquella noche que venía habían de dar en ellos; y como el Alvarado lo supo, que se lo dijeron a hora de vísperas, yendo a caballo a caza por unas sabanas, e iban en su compañía a caballo de los que entraban en la conjuración, para disimular con ellos dijo: "Señores, a mí me ha dado dolor de costado; volvamos a los aposentos, y llámenme un barbero que me sangre." Y como volvió, envió llamar a sus hermanos Jorge y Gonzalo y Gómez, todos Alvarados, e a los alcaldes y alguaciles; y prenden los que eran en la conjuración, y por justicia ahorcaron a dos dellos, que se decía el uno fulano de Salamanca, natural del Condado, que había sido piloto, e a otro que se decía Bernardo levantisco, y con estos dos apaciguó los demás; y luego se fue para México con todo el oro, y dejó poblada la villa; y cuando los vecinos que en ella quedaban vieron que los repartimientos que les daban no eran buenos, y la tierra doliente y muy calurosa, e habían adolecido muchos dellos, e las naborías e esclavos que llevaban se les habían muerto, y aun muchos murciélagos y mosquitos y aun chinches; y sobre todo, que el oro no lo repartió el Alvarado entre ellos y se lo llevó, acordaron de quitarse del mal ruido y despoblar la villa, y muchos dellos se vinieron a México y otros a Guaxaca e a Guatemala, y se derramaron por otras partes; y cuando Cortés lo supo, envió a hacer pesquisa sobre ello, y hallóse que por los alcaldes y regidores en el cabildo se concertó que se despoblasen y sentenciaron a los que fueron en ello a pena de muerte; y apelaron, y fue la pena en destierro, y desta manera sucedió en lo de Tutepeque, que jamás nunca se pobló, y aunque era tierra rica, por ser doliente; y como los naturales de aquella tierra vieron esto, y que se habían despoblado y la crueldad que Pedro de Alvarado había hecho sin causa ni justicia ninguna, se tornó a rebelar, y volvió a ellos el Pedro de Alvarado. Y los llamó de paz, y sin darles guerra volvieron a estar de paz. Dejemos esto, e digamos que, como Cortés tenía ya allegado sobre ochenta mil pesos de oro para enviar a su majestad, y el tiro Fénix forjado; vino en aquella sazón nueva como había venido a Pánuco Francisco de Garay con grande armada: y lo que sobre ello se hizo diré adelante.